Invisible, la nueva novela de Paul Auster

En Club Sácale Jugo a la Lectura ya está disponible la nueva novela de Paul Auster, Invisible. Una novela en la que el autor neoyorquino se sirve de tres narradores para contar una historia que oscila entre 1967 y 2007.

Ya lo puedes adquirir en el sitio del Club: http://www.sacalejugoalalectura.com


INVISIBLE* 

En los talleres literarios una de las principales enseñanzas es modular una narración cualquiera desde distintos puntos de vista. Tomar una historia, por anodina que sea, y pasarla por el filtro de varios géneros, cambiarla de tiempo verbal y de persona son ejercicios útiles para que el escritor en ciernes aprenda las sutiles variaciones de registro que provocan. La nueva novela de Paul Auster (Newark, 1947), ‘Invisible’, tiene mucho de clase magistr
al, de manual del escritor posmoderno.

Sus narraciones superpuestas y corregidas son un brillante ejercicio de estilo y suponen una nueva apuesta metaliteraria de un autor que ha convertido las aventuras alrededor de su máquina de escribir, los equívocos y el azar, todo en su cerrado escenario neoyorquino, en mina inagotable de creatividad.

Pero si todo ello, junto a su agudo sentido literario y sus obsesiones lectoras, han dado lo mejor de la novelística austeriana, con la ‘Trilogía de Nueva York’ a la cabeza, también sus mundos metaficcionales oclusivos han provocado como resultado ejercicios de narcisismo ridículo y de pobreza de ideas palpable; así sucedía en sus dos anteriores novelas o en su decepcionante película ‘La vida interior de Martin Frost’. Parecía que la veta de Auster estaba agotada y él mismo en entrevistas y declaraciones dejaba caer cierto cansancio creativo, cierta desilusión y visualizaba una pronta retirada. Este mismo crítico recibió un irónico comentario cuando anunció que se disponía a leer la nueva novela del autor norteamericano. “Las anteriores eran bastante flojas”, fue la resignada advertencia, el ‘fait accompli’ ante un escritor prolífico que, quizá, no ha sabido medir bien los tiempos creativos. Como le sucede a Woody Allen en el cine, lo mejor y lo peor de leer una de sus novelas es saber que la siguiente ya está preparada para darse a prensa. Nuestra hiperconectada sociedad parece ansiosa de encontrar a orfebres pacientes; curiosamente los autores que siguen su epiléptico ritmo son rechazados. Asuntos de conciencia social.

Pero la nueva novela de Auster no defrauda. ‘Invisible’, por su riqueza narrativa, por el solapamiento de géneros y narradores, por su trama tan rutinaria como demencial al mismo tiempo, bien se puede convertir en una de las obras maestras tardías de un autor que parecía condenado a vivir a la sombra de su famosa trilogía, a ser el eterno guionista de ‘Smoke’, el segundón populachero de una larga lista de narradores norteamericanos que Philiph Roth está llamado a encabezar hasta su muerte. Si una está en gracia, otro estaba desgraciado; si uno es el eterno aspirante al Nobel; el otro, el jugador de béisbol que tiene el fervor de su público pero que concita animosidades entre una crítica por mostrar en carne viva los mecanismo de una prosa juglar y tramposa. Como si ser hijo de Cervantes, como él se declara, fuera delito. Se puede disculpar en Estados Unidos, ¿pero en nuestro país?

La historia arranca en un lugar conocido. Adam Walker, estudiante en la universidad de Columbia (como el autor), que tiene veinte años en 1967 (como el autor, vaya) y aspirante a poeta (ídem) conoce al inquietante mecenas francés Rudolf Born y a su entonces novia Margot. Tras una aventura con Margot y el salvaje acuchillamiento de un pobre atracador, Cedric Williams, que trataba de robarles el dinero y el reloj a Born y a Walker, se termina a un tiempo con su idea conjunta de fundar una revista literaria, con su amistad y, por ende, con el flirteo con Margot. Hasta aquí todo levemente bohemio, pero convencional y, como corresponde a cualquier obra contemporánea que aspire a vender ejemplares, en clave thriller. Es al pasar capítulo cuando nos enteramos de que lo que hemos leído es la narración que Walker ha enviado décadas después, ya enfermo, a un antiguo compañero de universidad, James Freeman, escritor famoso, para retomar su amistad y para que evalúe la calidad del escrito de cara a un futura novela llamada provisionalmente ‘1967’..

¿Cuánto de verdad hay entonces en la narración de Walker? Ninguna, o toda, o la que libremente queramos asumir como cierta. Freeman consigue que el protagonista le envíe desde su cama de moribundo la segunda parte, en la que se narra, en segunda persona a sugerencia suya, una escabrosa relación incestuosa entre Walker y su hermana Gwyn, sin ahorrarnos detalles íntimos y escatológicos. La narración se interrumpe en el momento en que el joven Walker viaja a París y con los apremios a Freeman para que se vean porque siente que su tiempo se está acabando. La tercera parte de la novela de Walker llega ya a manos del escritor tras el fallecimiento de su autor y son una serie de notas abocetadas que James Freeman reelabora en tercera persona para dotar de cuerpo a la narración. En ellas se cuenta la relación de Walker con Born en París; su amistad con su prometida, Hélène, y sobre todo con la hija de ésta, Cécile, enamorada en secreto de Walker y que, despechada por este, no le cree cuando le revela sus dudas éticas sobre el prometido de su madre y el asesinato a navajazos del joven ratero Cedric Williams en Nueva York. El libro concluye con la entrevista de Freeman con Cécile Juin y el diario que ella le entrega en que da cuenta de su visita a un crepuscular Born, pocos años antes de su muerte, en una remota isla del Caribe, un paisaje moral que parece entonces sacado de un Conrad más ligero e irónico.

Narraciones que se convierten en textos a corregir, entradas en un diario, notas de un moribundo enmendadas por otro narrador, textos que cambian de persona para elevar su tono literario, personajes que se esconden tras otros nombres con ánimo de disfrazar de mentira la verdad, aludidos que reniegan de los hechos contados. Pocas veces desde ‘Ciudad de cristal’, la escritura de Auster había sido más rica, más plena, más dispuesta al juego, al gozo y a la experimentación, pero sin cruzar nunca el umbral de lo disparatado y de esa sensación del contar por contar que tanto lastraron ‘Viajes por el Scriptorium’ y ‘Un hombre en la oscuridad’.

Poblada de sus referencias literarias habituales, Melville, Hawthorne, Flaubert, Stendhal…, y con un simpático guiño a Enrique Vila-Matas; el que falta, Miguel de Cervantes, queda implícito en la compleja estructura de la trama. Leerle es volver al manuscrito hallado, al escritor que reflexiona sobre lo que escribe y lucha por mejorarlo, a los personajes que se revuelven contra lo que se dice de ellos y niegan la mayor multiplicando las posibilidades especulares de un texto que no tiene principio ni final, pero que esta vez posee pies y cabeza, y deja el poso de querer conocer más a ese oscuro personaje, Rudolf Born, que podría ser a un tiempo espía, mecenas literario o vulgar matarife. Siempre en boca de otros, sin la posibilidad de narrar su propia historia, siempre ‘invisible’ al lector, Born esconde el lazo del último nudo gordiano de la trama que sólo quienes se adentren en la novela podrán desenredar.

Iván Alonso
*Reseña tomada de El placer de la lectura: http://www.elplacerdelalectura.com/2009/12/invisible-paul-auster.html

También puedes leer la reseña hecha por el New York Times en la siguiente liga: http://www.nytimes.com/2009/11/15/books/review/Martin-t.html?_r=1

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